jueves, 23 de junio de 2011

Reconciliación con los padres

Estoy enfadado con mis padres por primera vez. El conflicto entre mi rabia y mi amor es tan grande que duele. ¿Puedes ayudarme?

TODOS los niños se enfadarían si entendieran lo que los pobres padres les han estado haciendo, sin saberlo, inconscientemen­te. Todos sus esfuerzos son por el bien del niño. Sus intenciones son buenas, pero es nula su conciencia. Y las buenas intenciones son peligrosas en las manos de gente inconsciente; no pueden conseguir el resultado pretendido. Podrían provocar justo lo opuesto.


Cada padre está tratando de traer un hermoso niño al mundo, pero si miras al mundo parece que es un orfelinato. No ha habido ningún padre. De hecho, si hubiera sido un orfelinato habría sido mucho mejor, porque por lo menos hubieras sido tú mismo; nin­gún padre hubiera interferido contigo.


Por eso la rabia es natural pero inútil. Estar enfadado no ayuda a tus padres, y a ti te hace daño. Se cuenta de Gautama el Buda que dijo una frase muy extraña: «En tu rabia te castigas a ti mismo por las faltas de otro.» La primera vez que te cruzas con la frase que dice que enfadándote te castigas a ti mismo por las faltas de otro, te parece muy extraña.


Tus padres hicieron algo hace veinte o treinta años, y tú estás enfadado ahora. Tu enfado no le va a ayudar a nadie; sencillamen­te, va a crear más heridas en ti. Estoy tratando de explicarte todo el mecanismo de cómo los niños son educados, tú debes volverte más comprensivo para entender que todo lo que ha sucedido tenía que suceder. Tus padres fueron condicionados por sus padres. Para empezar, no puedes enterarte de quién fue responsable. Se ha ido pasando de generación en generación.


Tus padres han hecho exactamente lo que les han hecho a ellos. Han sido víctimas. Sentirás compasión hacía ellos y te sentirás fe­liz porque no vas a repetir lo mismo en tu vida. Si decides tener hi­jos, te sentirás feliz porque vas a romper el círculo vicioso, vas a ser el final de éste. Tú no se lo harás a tus hijos ni a los hijos de nin­guna otra persona.


Deberías sentirte afortunado de tener contigo un maestro que te explica lo que ha estado sucediendo entre padres e hijos: la com­pleja crianza, las buenas intenciones, los malos resultados, donde todo el mundo está tratando de hacer lo mejor y el mundo es cada vez peor.



Tus padres no han sido tan afortunados de tener un maestro, y sin embargo tú estás enfadado con ellos. Deberías de sentirte ama­ble, compasivo, amoroso. Todo lo que hicieron era inconsciente. No lo podrían haber hecho de otra manera. Han intentado contigo todo lo que sabían. Eran desdichados y han creado otro ser huma­no desdichado en el mundo.


No tenían ninguna claridad acerca de por qué eran desdichados. Tú tienes claridad para entender por qué uno se siente desdichado. Y una vez que entiendes cómo se crea el sufrimiento, puedes evi­tar causárselo a alguien más.


Pero siente por tus padres. Han trabajado duro; hicieron todo lo que pudieron, sin tener ninguna idea de cómo funcionaba la psicología. En vez de que les enseñaran a ser madre o a ser padre, se les enseñó a ser cristianos, o marxistas, a ser un sastre, a hacerse fontanero, a hacerse filósofo; todas esas cosas son buenas y nece­sarias, pero falta lo más básico, Si van a tener hijos, la enseñanza más necesaria será cómo ser una madre y cómo ser un padre.


Se ha dado por hecho que por dar a luz ya sabes cómo hacer de madre y cómo hacer de padre. Sí, en lo que respecta a dar a luz a un niño.... es un acto biológico, no te tienen que educar psicoló­gicamente para ello. Los animales lo hacen perfectamente bien, los pájaros lo hacen perfectamente bien, los árboles lo hacen perfecta­mente bien. Pero dar nacimiento a un niño biológicamente es una cosa, y ser el padre o la madre es otra totalmente diferente. Se ne­cesita una gran educación porque estás creando un ser humano.


Los animales no están creando nada, están simplemente pro­duciendo copias exactas. Y ahora la ciencia ha llegado al punto donde se ha descubierto que realmente ¡se pueden producir copias exactas! Es una idea muy peligrosa. Si hacemos bancos, y antes o después los vamos a hacer, una vez que existe la idea, se convierte en realidad. Y está demostrado científicamente que es 100 por 100 posible.... no hay ningún problema.


Podemos hacer bancos en los hospitales de ambos, esperma masculino y óvulos femeninos. Y podemos crear dos espermatozoi­des exactamente iguales y dos óvulos exactamente iguales, de modo que nacen dos niños que son exactamente iguales. Un niño será li­berado en el mundo; el otro crecerá en una cámara frigorífica, in­consciente, pero todas sus partes serán exactamente iguales a las de la otra persona. Y si a la primera persona le ocurre un accidente y pierde una pierna o pierde un riñón, o le tienen que operar, no pasa nada: su copia exacta está esperando en el hospital. De la copia exac­ta se le puede extraer un riñón ‑está creciendo exactamente a la misma velocidad, sólo que está inconsciente‑, y será exactamente el mismo riñón que el que ha perdido. Se puede reemplazar.


De alguna forma, esta idea de tener una copia exacta parece ser un gran adelanto de la ciencia médica, pero es peligrosa en el sen­tido de que el hombre se convierte en una máquina con repuestos, igual que cualquier otra máquina. Cuando algo va mal, reemplazas la pieza. Y si todas las piezas pueden ser reemplazadas, el hombre se irá alejando cada vez más del crecimiento espiritual porque em­pezará a pensar en sí mismo como en una máquina. Esto es lo que piensa la mitad del mundo, el mundo comunista: que el hombre es una máquina.


Eres afortunado por poder entender la situación en la que se encontraban tus padres. A ti no te han hecho nada específicamen­te; le hubieran hecho lo mismo a cualquier niño que hubiesen te­nido. Estaban programados para eso. Eran impotentes. Y estar en­fadado con gente impotente sencillamente no está bien. Es injusto, no hay derecho y además es perjudicial para ti.


Les puedes ayudar convirtiéndote de verdad en el individuo del que estoy hablando: más consciente, más alerta, más amoroso. Sólo puede cambiarles el verte. Verte radicalmente cambiado sólo puede hacerles pensar dos veces que quizá estén equivocados. No hay otra posibilidad. No puedes convencerles intelectualmente. In­telectualmente pueden discutir, y una discusión nunca cambia a nadie. Lo único que cambia a la gente es el carisma, el magnetis­mo, la magia de tu individualidad. Entonces, todo lo que toques se convierte en oro.


Por eso, en vez de gastar tu tiempo y tu energía en estar enfa­dado y luchar en contra del pasado que ya no existe, pon toda tu energía en convertirte en la magia de tu individualidad. Por eso, cuando tus padres te ven no pueden permanecer impasibles ante las nuevas cualidades que has desarrollado, cualidades que son au­tomáticamente impresionantes: tu frescura, tu entendimiento, tu cariño incondicional, tu bondad incluso en una situación donde la rabia habría sido más apropiada.







Sólo estas cosas pueden ser verdaderos argumentos. No necesi­tas decir ni una sola palabra. Tus ojos, tu cara, tus acciones, tu comportamiento, tu respuesta, harán que cambien. Comenzarán a preguntarte sobre lo que te ha sucedido, sobre cómo te ha sucedi­do, porque todo el mundo desea estas cualidades. Estas son las ri­quezas reales. Nadie es tan rico que pueda permitirse no tener las cosas que te estoy contando. Por eso pon tu energía en transfor­marte a ti mismo. Eso te ayudará, eso ayudará a tus padres. Quizá pueda crear una reacción en cadena. Puede que tus padres tengan otros hijos, podrían tener amigos, y esto seguirá y seguirá.


Es como si estuvieras sentado a la orilla de un lago silencioso y tirases una piedrita al lago. La piedra es tan pequeña que al princi­pio crea un pequeño círculo, pero círculo tras círculo.... y siguen extendiéndose a los extremos más alejados, tantos como entran en el lago. Y sólo era una piedrita.


Estamos viviendo en una especie de nueva esfera, un nuevo lago psicológico, en el que hagas lo que hagas creas un cierto tipo de vi­braciones a tu alrededor. Afecta a la gente, alcanza fuentes desco­nocidas.


Simplemente, crea una pequeña onda de individualidad correc­ta y alcanzará a mucha gente, y con seguridad a los que están rela­cionados contigo más directamente. Ellos lo verán primero y lo en­tenderán con gran asombro. Así que siéntete dichoso. Tienes una oportunidad de transformarte totalmente. Y ayuda a tus padres, porque ellos no tuvieron una oportunidad así; siente lástima por ellos.

Mis padres están muy disgustados conmigo, siempre están preocupados. ¿Qué les debo a mis padres?





El problema con la familia es que los hijos abandonan un día la infancia, pero los padres ¡nunca dejan la paternidad! El hombre no ha aprendido todavía que la paternidad no es algo a lo que tengas que aferrarte para siempre. Cuando el hijo se hace una persona adulta, la paternidad termina. El niño lo necesitaba, estaba desam­parado. Necesitaba una madre, un padre, su protección; pero cuan­do un hijo puede mantenerse por sí mismo, los padres tienen que aprender cómo retirarse de la vida del hijo. Los padres permanecen constantemente ansiosos hacia ellos mismos y hacia los hijos por­que nunca se retiran de la vida de los hijos. Destruyen, crean cul­pa; no ayudan más allá de cierto límite.


Ser padre es un gran arte; muy poca gente es capaz de ser padre.


No te preocupes en absoluto, todos los padres ¡están contraria­dos con sus hijos! Y digo todos sin ninguna excepción. Incluso los padres de Gautama Buda estaban muy contrariados con él, y ob­viamente los padres de Jesucristo estaban muy contrariados con él. Habían vivido un cierto tipo de vida ‑eran judíos ortodoxos‑ y este hijo, este Jesús, estaba en contra de muchas ideas tradicionales, convenciones. El padre de Jesús, José, debía esperar que ahora que su hijo se estaba haciendo mayor, le ayudaría en la carpintería, en su trabajo, en la tienda, y, ¡el estúpido del hijo empezó a hablar del reino de Dios! ¿Crees que fue muy feliz en su vejez?


El padre de Gautama Buda era muy viejo y sólo tuvo un hijo, que además había nacido cuando ya era muy viejo. Toda su vida ha­bía estado esperando, rezando, adorando y efectuando todo tipo de rituales religiosos para poder tener un hijo, porque: ¿quién se iba a ocupar de su gran reino? Y entonces un buen día el hijo desapa­reció del palacio. ¿Crees que se puso muy contento? Estaba tan en­fadado, tan violentamente enfadado que habría matado a Gautama Buda ¡si lo hubiera encontrado! Su policía, sus detectives estuvie­ron buscándole por todo el reino:


‑¿Dónde se esconde? ¡Traédmelo!


Y Buda sabía que sería atrapado por los agentes de su padre, por eso lo primero que hizo fue dejar los límites del reino; se escapó a otro reino, y durante doce años no se volvió a oír de él.


Cuando se iluminó, regresó para compartir su alegría, para de­cirle a su padre:


‑He llegado a casa, me he realizado, he conocido la verdad, y este es el camino.


Pero su padre estaba tan enfadado, estaba temblando y agitán­dose; era viejo, muy viejo. Le dijo a Buda gritando:


‑¡Eres mi desgracia!


Miró a Buda, estaba allí de pie con su túnica y su tazón de men­digo, y dijo:


‑¿Cómo te atreves a presentarte delante de mí como un mendi­go? Tú eres el hijo de un emperador y ¡nunca en nuestra familia ha habido un mendigo! ¡Mi padre fue emperador, su padre también, y durante siglos todos hemos sido emperadores! ¡Tú has deshonrado a toda la estirpe!


Buda escuchó durante media hora, no dijo ni una sola palabra. Cuando al padre se le acabó la mecha, se calmó un poco.... se echó a llorar con lágrimas de rabia, de frustración. Entonces Buda dijo:


‑Sólo te pido un favor. Sécate esas lágrimas y mírame, no soy la misma persona que dejó esta casa, estoy totalmente transformado. Pero tus ojos están tan llenos de lágrimas que no puedes ver. ¡Y si­gues hablándole a alguien que ya no está! Ha muerto.


Esto provocó otro ataque de rabia, y el padre dijo:


‑¿Me estás tratando de enseñar? ¿Te crees que soy tonto? ¿Qué no puedo reconocer ni a mi propio hijo? Mi sangre está corriendo por tus venas, y.... ¿que no puedo reconocerte?


Buda le dijo:


‑Por favor, no me malentiendas. Sin duda, mi cuerpo te perte­nece, pero no mi conciencia. Y mi realidad es mi conciencia, no mi cuerpo. Tienes razón cuando dices que tu padre fue un emperador, y también el padre de tu padre, pero que yo sepa, he sido un men­digo en mi vida pasada y también lo fui en la anterior, porque he estado buscando la verdad. Mi cuerpo ha llegado a través de ti, pero tú solamente has sido un pasaje. Tú no me has creado, has sido un médium, y mi conciencia no tiene nada que ver con la tuya. Y lo que estoy diciendo ahora es que he vuelto a casa con una nueva conciencia, he vuelto a renacer. Mírame, ¡fíjate en mi gozo!


Y el padre miró a su hijo, sin creer lo que le estaba diciendo. Pero una cosa era cierta: él estaba muy enfadado pero el hijo no ha­bía reaccionado en absoluto. Eso era absolutamente nuevo, cono­cía a su hijo. Si hubiese sido la persona de antes se habría enfada­do tanto como su padre o incluso más, porque era joven y su sangre era más caliente. Pero no está en absoluto enfadado, hay una paz total en su cara, un gran silencio. La rabia del padre no le altera, no le distrae. El padre le ha insultado, pero parece que no le ha afectado en absoluto. El padre secó las lágrimas de sus viejos ojos, miró de nuevo, vio la nueva gracia...


Tus padres estarán defraudados contigo porque han debido de intentar satisfacer alguna expectativa a través de ti. Pero no te sien­tas culpable; si no, destruirán tu alegría, tu silencio, tu crecimien­to. No te alteres, no te preocupes. No te sientas culpable. Tu vida es tuya y la tienes que vivir siguiendo tu propia luz.


Y cuando hayas llegado a la fuente de la alegría, a tu dicha in­terna, vuelve a ellos y comparte. Estarán enfadados. Espera, porque la rabia no es algo permanente; viene como una nube y se va. ¡Es­pera! Ve allí, estate con ellos, pero sólo cuando estés seguro de que puedes permanecer frío, sólo cuando sepas que nada va a desenca­denar una reacción en ti, sólo cuando sepas que serás capaz de res­ponder con amor incluso cuando estén enfadados. Y esa será la única manera de ayudarles.


Tú dices: «Siempre están preocupados.»


¡Ese es su problema! Y no te creas que si hubieras seguido sus ideas no se habrían preocupado. De todas formas se habrían preo­cupado; ese es su condicionamiento. Sus padres se han debido de preocupar y los padres de sus padres se han debido de preocupar; esa es su herencia. Y les has decepcionado porque has dejado de preocuparte. ¡Vas por mal camino! Se sienten desgraciados, sus pa­dres se han sentido desgraciados, y así puedes continuar..., ¡hasta Adán y Eva! Y tú vas por mal camino, de ahí su gran preocupación.


Pero si te preocupas pierdes una oportunidad, y ellos te habrán arrastrado nuevamente al mismo fango. Se sentirán bien, se ale­grarán de que hayas regresado al antiguo estilo de vida tradicional, pero esto no va a ayudarte ni a ti ni a ellos.





Si permaneces independiente, si alcanzas la fragancia de la li­bertad, si te vuelves más meditativo ‑y para eso estás aquí: para volverte más meditativo, para ser más silencioso, más amoroso, más dichoso‑ entonces un día podrás compartir tu éxtasis. Para compartir, primero tienes que tener; solamente puedes compartir aquello que ya tienes.


Ahora mismo también puedes preocuparte, pero dos personas que se preocupan simplemente multiplican las preocupaciones; no se ayudan el uno al otro.


Debe de haber sido su condicionamiento. Es el condiciona­miento de todos en este mundo.
Un rabino estaba hospedado por una familia, y el hombre de la casa, abrumado por el honor, advirtió a sus hijos que se comporta­ran durante la cena porque venía el gran rabino. Pero en el trans­curso de la comida se rieron de algo y les echó de la mesa.


El rabino entonces se levantó y se preparó para irse.


‑¿Ocurre algo? ‑preguntó el padre preocupado.


‑Bueno ‑dijo el rabino‑, yo también me he reído.

No te preocupes de su seriedad, de su preocupación por ti. In­conscientemente están tratando de hacerte sentir culpable. No de­jes que triunfen, porque si lo consiguen te destruirán, y de esta manera también destruirán la oportunidad que ellos habrían tenido a través de ti.


Tú dices: «¿Qué les debo a mis padres?»


Les debe esto: ser tú mismo. Les debes esto: ser dichoso, ser ex­tático, volverte tú mismo una celebración, aprender a reír y a dis­frutar. Ellos te han ayudado físicamente, tú tienes que ayudarles espiritualmente. Ese será el único modo de devolvérselo.


Me siento culpable por mi madre. No le puedo dar amor ni atención, y desde que vivimos en la misma casa la situación ha empeorado y no sé qué hacer con ella


Algunas cosas. Primero: las madres y los padres piden demasia­do, más de lo que los niños les pueden dar, porque el curso natural es: te aman porque eres su hijo; pero tú no puedes amarles del mis­mo modo porque ellos no son tus hijos. Amarás a tus hijos y se vol­verá a repetir la misma situación: tus hijos no serán capaces de amarte del mismo modo porque el río se mueve hacia adelante, no hacia atrás. El curso natural es que los padres amen a sus hijos, y que los hijos, a su vez, amen a sus hijos; no puede ir hacia atrás. Pero la exigencia parece natural. Como la madre te ha amado, ella cree que tú deberías de amarla de la misma manera, y, cuanto más te lo pida, serás menos capaz de devolverle ese amor y ella creará en ti más sentimiento de culpa. Por eso abandona esa idea, aban­dónala completamente; es natural. Tú no le puedes amar de la mis­ma manera que ella te ha amado, y no es nada extraño en absolu­to. Esto le sucede a todo niño; la naturaleza quiere que sea así.


Si los hijos aman demasiado a sus padres, no serán capaces de amar a sus propios hijos. Eso es más peligroso, entonces la super­vivencia de la especie estaría en peligro. Tu madre tampoco ha amado a su madre. Como mucho, uno puede ser cortés, formal, pero el amor no fluye hacia atrás. Puedes ser respetuoso, eso es verdad, uno debería ser respetuoso, pero no es posible el amor.


Cuando entiendas que el amor no es posible, el sentimiento de cul­pabilidad desaparecerá.


Hay algunas personas que se apegan demasiado, se obsesionan demasiado con sus padres; están psicológicamente enfermos. Si una mujer ama demasiado a su madre, no será capaz de amar a un hombre porque siempre le parecerá que esto hace sufrir a su ma­dre, que creará algún tipo de conflicto. Si ella ama a un hombre, su amor fluirá hacia él y se sentirá culpable. Nunca disfrutarán de la vida y además estarán enfadados con sus padres. En el fondo es­tán esperando: «Algún día, cuando se muera mi madre o mi padre, seré libre», aunque no se lo dirán a nadie, ni siquiera a ellos mis­mos. Esto estará rondando ahí en su inconsciente, porque parece la única posibilidad que tienen de ser libres. Eso no está bien, pen­sar en la muerte de tus padres, pero es lo que sucede cuando te ape­gas demasiado.





No es necesario, simplemente sé respetuoso, eso es todo. Ocú­pate, haz todo lo que puedas hacer, pero no te sientas culpable en absoluto.


Y si los padres son comprensivos, entenderán esto. Esto es lo que les sucede a los animales: en los animales esto no se plantea: en cuanto la cría es capaz de andar sola, abandona a sus padres. Los padres no van detrás diciéndole: «Escucha, ¿adónde vas? Con todo lo que hemos hecho por ti ... » En la naturaleza nunca se plantea esta pregunta.


Y no es que la madre y el padre no hayan hecho nada; han he­cho mucho, especialmente la madre, pero fue su disfrute. Llevarte en el vientre fue su disfrute. Alimentarte, criarte, fue su disfrute. Ella ya ha sido recompensada. No hace falta darle nada más; no es una cuestión de dar. Ella ha disfrutado esos momentos ‑estando embarazada lo disfrutó‑; cuando parió estaba feliz, porque se con­virtió en madre, estaba satisfecha. Entonces te crió y se sentía fe­liz: está criando a un niño.... una felicidad natural. Ella ya ha sido recompensada. La naturaleza siempre recompensa inmediatamen­te; nunca deja asuntos pendientes.


Así que no te sientas culpable; ahí es donde tienes que cambiar de idea. Deja la culpa y después observa el cambio.


Y no hay necesidad de que vayas a verla, si no te apetece. ¡Ve sólo cuando te sientas bien! Nunca vayas por obligación. Nunca va­yas porque tienes que ir. Sólo ve cuando te sientas realmente feliz y quieras pasar unos momentos con tu madre. Es mejor ser feliz y estar allí sólo unos momentos en lugar de ser horrible y estar allí durante horas creando sufrimiento para ambos. Sé un poco más consciente.


Cuando pienso en ir a ver a mis padres se me hace un nudo en el estómago. 0 bien me comporto con ellos de un modo muy distante y mecánico o muy discutidor y a la defensiva. No siento compasión por ellos. ¿De­bería hacer terapia?


No es necesario. Sólo es un miedo que procede del pasado. Tu energía está perfectamente bien: no hay ningún nudo en tu energía, el nudo sólo está en tu memoria. Son dos cosas dife­rentes.


Si el nudo está en la energía, entonces es un tema complicado. Pero si el nudo sólo está en la memoria, es muy sencillo, puedes dejarlo fácilmente. Te sugiero que antes de hacer nada, sé feliz du­rante dos o tres meses. Disfruta de la vida sin barreras, sin culpas, sin inhibiciones. Si puedes disfrutar de la vida sin culpas y sin inhibiciones, surgirá una gran compasión por tus padres.


De hecho, un hijo no será capaz de perdonar a sus padres a me­nos que se libere de la culpabilidad, porque los padres significan culpabilidad. Han creado la culpabilidad fundamental: haz esto, no hagas aquello; sé de esta manera y no seas de aquella otra. Fueron los primeros elementos creativos, pero también fueron los prime­ros elementos destructivos. Ayudaron al niño a crecer, le amaron, pero tenían sus propias mentes y condicionamientos, y le trataron de imponer esos condicionamientos. Por eso todos los hijos odian a sus padres.


Estás en contra de tus padres, les tienes miedo porque no te permiten ser tú mismo. Por eso siempre que están ahí empiezas a sentir calambres, sientes nudos en el estómago porque no te dejan ser tú mismo. En su presencia te conviertes de nuevo en un niño; revives el pasado. Vuelves a estar desamparado; pero ahora no eres un niño; por eso, naturalmente, te vuelves discutidor, te desquitas, te enfadas o te pones muy a la defensiva, o empiezas a evitarlos..., pero todas esas cosas crean distancia.


Y hay un deseo profundo en ti de amar a tus padres; le pasa a todo el mundo. Tú vienes de ellos, les debes la vida. Todo el mun­do ama su origen, pero ese mismo origen ha hecho algo que no te permite aproximarte ni comunicarte; por eso, cuando te acercas surge el problema. Si no te acercas aparece un deseo profundo de comunicarte, de perdonar, de tender nuevos puentes.


Vive como quieras durante tres meses para limpiar esta parte de la memoria. Vive como quieras. Tus padres ya no te lo están impi­diendo. Tus padres te hablarán desde tu interior muchas veces: irás a hacer algo y aparecerá una voz paternal que dirá: «No hagas esto.» Ríete de esta voz paternal y recuerda que ahora eres libre y que tus padres te han hecho suficientemente maduro como para poder vivir tu propia vida y poder responsabilizarte de ella. Por eso no necesitas esta voz, ahora tienes tu propia conciencia, no nece­sitas ningún sustituto. Ahora no hace falta que tus padres hablen por ti; puedes hablar por ti mismo.


Prueba esto durante tres meses; y al cabo de esos tres meses ese nudo habrá desaparecido. Puede desaparecer muy fácilmen­te, se puede borrar. Y lo puedes hacer tú solo, no necesitas tera­pia. Si no puedes y sientes que es muy difícil, entonces la terapia te puede ayudar. Hará lo mismo: tratará de borrar esa memoria. Si no puedes hacerlo solo, siempre es bueno buscar el apoyo de algún experto que sepa cómo hacerlo, pero primero inténtalo solo.


De lo contrario, lo que a veces sucede es que tu terapeuta qui­zá sea capaz de ayudarte a que te libres de tus padres, pero enton­ces él se vuelve tu padre. La mente es tan chapucera, tan confusa, que siempre que comienza a perder el control sobre algo, inme­diatamente se aferra a cualquier otra cosa como sustituto. Por eso, mucha gente que va al terapeuta se libera poco a poco de muchos problemas, pero entonces es el terapeuta el que se convierte en el problema. No pueden permitirse perder al terapeuta; no pueden dejar la terapia. Pueden cambiar de terapeuta, pueden cambiar de terapia, pueden ir de un tipo de terapia a otro, pero se han vuelto adictos a la terapia.


En ocasiones está muy bien que abordes los problemas tú solo; te dará más confianza.


Y este es el proceso: hacer todo lo que quieras. No se trata de si está bien o está mal. Durante estos tres meses todo lo que quieras hacer está bien, y todo lo que no quieras hacer está mal, o sea que no lo hagas. Siéntete cómodo y completamente libre y disfruta de la vida como si acabaras de nacer por primera vez. Y es exactamente eso lo que sucede a través de sannyas. Eres un nuevo niño, es un nuevo nacimiento. Puedes comenzar a crecer en una nueva dirección, y entonces las voces y los condiciona­mientos paternos dejarán de ser un obstáculo, es un nuevo cre­cimiento.

Mi padre ha muerto de repente y, en cierto sentido, creo que tengo que ir a estar con mi madre para ter­minar algo allí. Siento que hay algo con ella emocio­nalmente incompleto, y parece que ha llegado el mo­mento


Con los padres siempre ocurre lo mismo. La relación es tal que se necesita una gran conciencia para acabarla, sólo entonces se puede acabar. La misma idea de tener que acabarla quizá te impida hacerlo. Por eso no vayas con esa idea. Simplemente estate allí.... de un modo natural, de un modo amoroso.


Haz todo lo que puedas, porque los padres han hecho mucho, y en Occidente ni siquiera les dan las gracias. Nadie siente gratitud.


En Oriente ha sido totalmente diferente. En Oriente nunca ha sido una situación inacabada. Siempre está completa, porque los padres les han dado todo y los hijos siempre les han rendido toda la reverencia posible, todo el respeto posible. Esto es muy natural en Oriente, y debe de ser así por una profunda razón.


Si no te relacionas con tus padres, no te relacionarás contigo mismo, porque los padres no son solamente un fenómeno acci­dental, están profundamente en tus raíces..., vienes de ellos. La mitad de tu ser viene de tu madre, la otra mitad viene de tu padre. Los dos tienen su continuidad en ti. Todos sus conflictos continúan en ti.... en el fondo todas sus ansiedades. Es por tu propio bien que tienes que llegar a un arreglo. Y la manera más fácil es no hacer ningún esfuerzo.


El esfuerzo nunca ayuda, es muy artificial. Por eso olvídate de esta idea, de lo contrario volverás con el sentimiento de que otra vez algo ha quedado incompleto.


Ve allí, estate allí. Y en estos momentos ella te va a necesitar. Si tu padre se ha ido ella estará muy apenada, te necesitará. O sea que no hagas, ningún esfuerzo deliberado. Sencillamente estate con ella, acaríciala, ocúpate de ella.... alguna vez medita con ella; si puedes, ayúdale a meditar. Si no, también le puedes decir que vas a meditar en su habitación. Ella puede estar descansando en la cama; tú meditarás. Y esa misma vibración le ayudará.


Sé feliz. Será complicado en una situación así, en esta situa­ción, pero a pesar de todo sé feliz. Llévale tu buen humor..., hazle más ligera la carga. Ayúdale a aceptar la situación.


Y no te preocupes sobre tu relación, y de repente verás que se ha sanado. Es indirecto, no puedes trabajar directamente. Y si du­rante dos o tres semanas puedes ser muy amoroso con ella y ayu­darle, y se siente feliz de que hayas venido ‑se siente feliz porque tienes un tipo de energía totalmente diferente que ella necesita­ba.... porque has sido un alimento para ella‑, eso es suficiente. Sentirás cómo llegáis a un encuentro.


Ninguna relación se queda colgando si podemos ser amorosos. Cada momento se completa.



Sospecho de mi padre. No creo que sea mi verdadero padre. ¿Puedes ayudarme a librarme de esta duda?

¡Es una pregunta muy complicada! En primer lugar, no tiene importancia. El que A o B sea tu padre es irrelevante. ¿Por qué tie­ne importancia? Tú eres tú, tú eres lo que eres. Ahora da igual de dónde vino tu primera célula, de dónde, de qué fuente.


¿Por qué estás tan preocupado? Pero este tipo de cosas se con­vierten en obsesiones. Incluso si te llegas a enterar, incluso si te digo: «Ese hombre es tu padre», por ejemplo, si te digo que Pablo es tu padre, entonces ¿qué? ¿Me vas a creer? Entonces empezarás a dudar de mí; por eso ¡es mejor que dudes de tu padre! 0 empeza­rás a dudar del pobre Pablo, ¡que no tiene nada que ver con esto! Sólo tu madre puede responderte. Ni siquiera tu padre puede ha­cerlo, porque hasta tu padre podría estar equivocado. Pregúntale a tu madre.


Un joven fue a ver a su padre y le dijo:


‑Papá, me gustaría casarme con Sus¡.


‑No te cases con ella, hijo ‑dijo el anciano‑. Cuando era joven me iba de correrías y, bueno, tú ya sabes como es eso.


Una semana más tarde el muchacho volvió a ver a su padre y le dijo:


‑Papá, estoy enamorado de Mildred y quiero casarme con ella.


El anciano vendedor dijo:


‑Ella es medio hermana tuya, hijo. No te puedes casar con ella.


‑¿Qué tal Mabel? ‑preguntó el chico dos semanas más tarde.


‑También es medio hermana tuya ‑dijo el padre.


El jovencito, que estaba ansioso por casarse, fue a quejarse a su madre:


‑Papá dice que no debo casarme con Sus¡, ni con Mildred ni con Mabel, porque son medio hermanas mías. ¿Qué puedo hacer?


Mamá puso sus brazos alrededor del muchacho y le consoló:


‑Te puedes casar con la que más te guste; ¡él no es tu padre!


Por eso es muy difícil saberlo a menos que tu madre sea hones­ta; nadie te puede dar una garantía.


Pero he oído hablar de una máquina que ha fabricado IBM. No sé si es verdad o no, pero puedes preguntar.

Una mujer, después de escuchar lo fantásticas que son las má­quinas IBM, entra en una sala de ventas para echar un vistazo.


‑Le puede preguntar lo que quiera a la máquina y le dará la res­puesta correcta ‑explicó el vendedor.


La mujer escribe la pregunta:


‑¿Dónde está mi padre? ‑y la introduce en la máquina.


Aparece la respuesta:


‑Tu padre está pescando en la costa occidental de Florida.


‑¡Ridículo! ‑exclama la mujer‑, mi padre está muerto desde hace veinte años.


‑La máquina nunca comete errores ‑proclama el vendedor‑. Es sólo un malentendido. Reconstruya la frase y pregunte otra vez.


La mujer le pregunta a la máquina:


‑¿Dónde está el marido de mi madre?


La máquina IBM responde:


-Lleva muerto veinte años, pero tu padre está pescando en la costa occidental de Florida.


Por favor, no me hagas a mí este tipo de preguntas, yo no soy una máquina IBM, ¡ni tampoco soy tu madre!


El libro del niño Osho

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